BATMAN V SUPERMAN: EL OCASO DEL CINE

Seré breve, porque creo que no vale la pena perder el tiempo con lo que no vale la pena, ni soy amigo de los haters. “Batman V Superman: El Amanecer de la Justicia” es mala. No me seáis sensibles, ni políticamente correctos, ni me vengáis con esos cuentos de que hay que respetar todas las opiniones. Es mala, como muchas otras pelis, como muchas otras cosas. Hay unos estándares que sirven para medir eso. No pasa nada.

“Batman V Superman” es un monstruo con pies de barro, excesivamente estúpida en el fondo y demasiado pretenciosa en la forma. Dispara en todas direcciones, perdiendo el rumbo, divagando entre la transcendencia y el humor blanco. Todo es barroco y ligero a la vez, oscuro y limpio al mismo tiempo. Ni chicha ni limoná, como si nadie se hubiera parado a pensar dos veces las cosas, como entre amigotes.

Las motivaciones de los héroes son absurdas y sus cambios de humor no tienen justificación (ni la necesitan, claro). Todo el mundo está muy enfadado y no se sabe muy bien por qué. No hay contexto, más bien excusas y clichés. Y no solo los personajes son flojos, también los actores, que a a veces se comen al personaje y deambulan por ahí como alma en pena, especialmente Jeremy Irons y Laurence Fishburne.

Cualquier justificación (que la hay) confirma el fin del cine como lo habíamos entendido. Que si es parte de una saga, que se tendrá que valorar en conjunto... La película cumple con todos los defectos inherentes de una serie de televisión, y, como tal, sí, quizás estaría dentro de la media. Pero nada a nivel artístico justifica el despilfarro, ni siquiera como entretenimiento. No dudo que resulte disfrutable, pero tengo dudas sobre a qué nivel, o para qué perfil. Tengo claro que no para el público infantil.

Yo salí del cine triste. No aburrido, porque no dejé de sorprenderme durante buena parte del metraje. Pero triste, apesadumbrado, pesimista. Como si el mundo fuera una mierda y estuviera en manos de unos psicópatas. Como si todo fuera marketing, producto y Apple. Como si la campaña de promoción fuera la obra en sí. Como si la televisión fueran anuncios a los que les ponen noticias en medio. Pero, bueno, eso ya lo sabía.

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