LUCIFER


ECC, después de finalizar la edición definitiva de “The Sandman”, recupera algunas de sus series colaterales, ya sea directa o indirectamente, como “Lucifer” o “Fábulas”. De todo el universo paralelo de la obra de “The Sandman” (“Muerte”, “The Dreaming”, etc...), yo me quedo con “Lucifer”; con la serie, no con el personaje (que también).

Aunque creció a la estela del trabajo de Gaiman, y pese al lastre del título de la cabecera (un poco como ser hijo de un cantante famoso), el guión de Mike Carey hace gala de un respeto casi de fan por el estilo Gaiman, además de mostrarse tan habilidoso como el (otro) inglés para manejar diferentes mitologías. Eso sí, y quizás porque Gaiman ya había explorado el terreno, “Lucifer” es una obra más redonda, tanto desde el punto de vista de su proyección como serie como de la calidad de su dibujo (en el año 2000 el sello Vertigo ya no era terreno para novatos, ni mucho menos).

Carey, procedente de 2000 AD, era prácticamente un desconocido en el que tanto la editorial como el propio Gaiman confiaron. Aunque muchos guionistas se mostraron antes reticentes a llevar una serie con el nombre del señor del infierno, Carey vio todas las posibilidades que encerraba la creación de Gaiman. No solamente era terriblemente seductora la figura de un Lucifer retirado, harto, propietario un piano-bar en Los Ángeles. Además Carey supo ver el inmenso material no sólo bíblico que se la ponía al alcance.

Y todo esto se ve en este primer número recopilatorio de ECC, en el que Lucifer vuelve a su infierno, visita otro y se encuentra con demonios anteriores a la creación del mundo. Por el camino, además, hace unas cosas muy Sandman, o muy Gaiman, según se mire. Por ejemplo, se aleja de su misión principal para visitar a una niña, en un viaje que sólo cobrará sentido varios números después. Vale, eso ya se había visto antes, lo sé: “Lucifer” no destaca por su originalidad. Todo lo contrario, destaca por su solidez, por dar a los fans de Gaiman que lloraron el fin de “The Sandman” más de lo mismo, en forma y contenido. “Lucifer” consigue (consiguió) prolongar las sensaciones producidas por la historia de Morfeo. Sin ser lo mismo, sin Los Eternos, sin ese halo romántico seduceadolescentes del protagonista, y, claro, sin Muerte. Pero con la misma prosa y con la misma estética. Y, evidentemente, sobre el mismo universo de ficción.

“Lucifer” tiene más similitudes con “The Sandman”, incluso a nivel argumental. Las dos series arrancan con un protagonista que ha abandonado/al que le han robado su reino. A partir de ahí, inician un camino, ambos con consecuencias épicas.

Si uno consigue leer Lucifer sin prejuicios (sin pensar en “The Sandman” y sin ser muy duro con ese estilo tan demodé marca de la casa Gaiman), disfrutará de una historia grande, de un protagonista seductor y de un universo basto, lleno de simbolismo y de referencias mitológicas. Los diálogos, la pose, los gestos, son dignos del mejor Alain Delon; los secundarios son de oro y las sentencias del narrador, lapidarias. Todo muy del fin del mundo.

Supongo que dentro de unas décadas, la ola Sandman se observará con diferente perspectiva. Ya incluso ahora a veces uno piensa que fue una anécdota, una moda, aunque durante casi diez años fue de los más importante que pasó en el mundo del cómic. O eso pensábamos sus fans.

La huella de "The Sandman" es imborrable. Y "Lucifer", su mejor hijo. Vale la pena tenerlo en nuestra biblioteca de clásicos.

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