LOS VENGADORES


Digamos que “Los Vengadores” (Joss Whedon, 2012) da lo que promete. Dos horas y media de acción (aunque no tanta para dos horas y media, la verdad), ritmo ascendente, estética actual, trajes molones, humor blanco con pretensiones gamberras y un respeto más que digno hacia el espíritu original de la Marvel, pese a las inevitables injerencias del universo Ultimate. Uno va a ver eso y allí está, en bandeja de plata, dos horas y media, y al final uno dice: “Vale, bien, esto es lo que venía a ver”. Como cuando fuiste a ver “Titanic” (James Cameron, 1997) y al final el Titanic se hundió. Da lo que promete, y hasta eso es previsible. Aunque no decepcionar es algo poco habitual en la industria actual el cine, se prevé ya cierto aburrimiento ante este modelo que se viene repitiendo desde “Iron Man” (Jon Favreau, 2008).

“Los Vengadores” es la mejor película de Marvel Studios. Deja atrás toda esa paja insustancial de “vamos a explicar el origen de los superhéroes para situar al espectador” para centrase no sólo en la acción sino también en el fenómeno en sí, el grupo: sus integrantes y sus relaciones. Evidentemente, estas son explosivas, y la película se encarga de obsequiarnos con continuas peleas entre ellos. Y es que de eso va esto, de tortas.

Y si la película se sustenta sobre los personajes (la historia es la que es y no hay más), resulta evidente que los actores son de vital importancia. Y la cosa resulta descompensada. El binomio Tony Stark/Robert Downey Jr. es arrollador y Mark Ruffalo se ha revelado como el mejor doctor Banner del cine. Pero el Capitán América (Chris Evans) parece tonto y Crhis Hemsworth, que interpreta a Thor, es, sencillamente, mal actor. A Viuda Negra (Scarlett Johansson) y Ojo de Halcón (Jeremy Renner) les han dado un buen puñado de minutos en pantalla, pero ni por su apariencia, ni por su actitud, ni tampoco por su naturaleza, les han querido o sabido poner a la altura del resto. Y no se sabe muy bien porqué, porque si bien la Viuda Negra siempre ha sido un personaje más bien gris y secundario, Ojo de Halcón daba un juego que no han querido aprovechar, quizás porque su estética resultaba excesivamente kitsch o porque su personalidad original se parece demasiado a la que le han dado al Tony Stark de Downey Jr.

Así que si bien este juego desigual nos impide ver en pantalla algunos enfrentamientos clásicos del cómic (Ojo de Halcón vs. Capitán América, por ejemplo), abre la puerta a una serie de bromas y chistes verbales. Un buen puñado de estos guiños son geniales (el mejor, el de los marcianitos), pero la mayoría parecen forzados y resultan desafortunados. Tampoco acaba de encajar esa épica tan de cómic que nadie ha sabido llevar aún al cine. Véase, por ejemplo, la escena inicial, que recuerda a la tediosa “Linterna Verde” (Martin Campbell, 2011) o a los peores minutos de “Thor” (Kenneth Branagh, 2011). También resultan casi vergonzosos los momentos (pocos, afortunadamente) “soy superhéroe y cuando muere un inocente pongo cara de me estoy tirando un pedo”. Y ya sé que esta es la quintaesencia de la Marvel, pero si se esfuerzan en adaptar los trajes al gusto cinematográfico actual, podrían también dedicar un poco de trabajo a sutilizar todas estas cosas que en el cómic funcionan pero en la pantalla suenan a juego de niños.

No sé cuál es la solución para arreglar todo esto, la verdad, y si la supiera se la vendería a la Marvel, que no creo que me escuchara porque a la firma sólo le interesa hacer dinero, y la fórmula ha demostrado que para eso sí sirve. Lo más fácil es pensar que la solución pasa por contratar a directores con cierta personalidad, con el objetivo de dotar de un halo de genialidad a estas películas. Pero el “Hulk” de Ang Lee y “Thor” de Kenneth Branagh han demostrado que esto no funciona, o como mínimo que no se ha sabido elegir a los directores adecuados.

Como los estudios de Hollywood no están para experimentos ni para ganar mil millones en lugar de dos, supongo que la fórmula “Iron Man” va a repetirse hasta la saciedad, y sólo el público (que de momento parece contentarse con peleas espectaculares y palomitas) decidirá cuándo basta de esto. Entonces se buscará otra fórmula y tendremos otro buen puñado de reboots.

No deja de sorprenderme, eso sí, que el fandom haya dejado por las nubes esta película. Y puedo entender que, hartos de adaptaciones que traicionaban el espíritu original, las películas de Marvel Studios resulten un bálsamo con el que conformarse, porque quizás sí sea esta la mejor película de superhéroes posible. Porque este es un mundo de realidades, pero el fandom tendría que reconocer que, en un mundo de posibilidades, preferiría una película en la que los héroes llevaran trajes de lycra, cascos con alitas y taparrabos lilas.  

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